Pórtico de entrada a la iglesia del monasterio de Sant Pau del Camp (Barcelona)
LA HERÁLDICA DEL MONASTERIO DE SANT PAU DEL CAMP
A extramuros de la ciudad de Barcino, nombre dado por los romanos a la actual Barcelona y casi tocando la falda de Montjuic, existía hasta bien entrado el siglo XIX una expléndida llanura dedicada al cultivo, de hortalizas y cereales, despensa y abastecimiento de alimentos a una ciudad creciente. También existía un núcleo urbano de alquerías habitadas desde los tiempos de la conquista de Roma, que fue absorbido por los diferentes barrios que la circundaban, al destruir las murallas medievales.
Lápida sepulcral del presumible fundador, el conde Wifredo II de Barcelona,
quiso ser enterrado en este monasterio, en el año 911.
Su historia
Es muy escasa la documentación sobre el monasterio de Sant Pau del Camp y además sumamente confusa, según los historiadores barceloneses. Se dice que fue fundada por el conde catalán Guifré Borrell entre los años 897 y 911, según la lápida funeraria de este conde hallada en el año en unas excavaciones en enero de 1596 y actualmente adosada al muro del brazo izquierdo de la iglesia bajo el crucero.
En la Sala Capitular (siglo XIV) actualmente se conserva la lápida sepulcral del fundador, el conde Wifredo II de Barcelona, que quiso ser enterrado en este monasterio en el año 911. Desde su fundación hasta el saqueo de Almanzor o Al-Mansur (otro Bin Laden al uso con su cruzada islámica), en el 985, en sus correrías por la Península Ibérica, sembrando devastación en todos los territorios por donde quiera que pisara; quedó este monasterio como una simple iglesia, y no albergó ninguna comunidad religiosa hasta su segunda fundación.
Enterramiento de los Belloc, en un arcosolio del claustro
Los nobles Geribert Guitard y su esposa Rotlandis, fundadores del linaje de los Belloc, lo volvieron a reconstruir a sus expensas y lo unieron administrativamente al monasterio de Sant Cugat del Vallés para que pudiera constituir una nueva comunidad monacal benedictina, transformándose en calidad de Priorato.
En el siglo XIV se construyó una segunda muralla defensiva en la ciudad y Sant Pau del Camp quedó finalmente englobada entre las dos en el recinto amurallado. En el siglo XIII ya no dependía de Sant Cugat y en el año 1490 se celebró en Sant Pau del Camp el último capítulo general de las dos provincias eclesiásticas de Tarragona y Zaragoza. Y en el año 1508 se une al cenobio de Montserrat, en el 1593 pasa otra vez a depender del monasterio de Sant Cugat y el año 1617 para formar parte del monasterio de la Portella del Berguedà, cerca de la ciudad de Berga. Los monjes lo abandonarán definitivamente por el decreto de exclaustración por la Ley creada por el ministro Mendizábal en el 1835. El año 1897 fue declarado monumento nacional.
Nave central de la iglesia, al fondo el presbiterio
detrás de la imposta el ábside románico.
La estructura del monasterio
La estructura de la antigua iglesia fue totalmente renovada hacia el siglo XIII, con un tipo de construcción de planta románica de una nave con cruceros, tres ábsides y cimborio. Se utilizó la piedra labrada en las partes nobles, procedente de las canteras de Montjuïc, como la puerta y la parte alta de la fachada y los arcos sustentados por canecillos decorados con diversos motivos, proliferan las caras antropoformas, que la circundan en las paredes y ábsides y en algunas partes internas de la nave. Con la aparición de la arquitectura gótica se le añadieron elementos de este nuevo orden, parte del claustro, por ejemplo. En la portada fueron aprovechados dos capiteles de mármol de diseño visigótico que sostienen unas impostas decoradas con motivo geométricos. En el relieve del tímpano se representa la majestad del Señor entre San Pablo y San Pedro, motivos muy frecuentes en el arte románico en muchas construcciones de este tipo. A cada lado del arco emergen el león y el toro símbolos de los evangelistas, y en relieves más altos, el Angel y el Aguila entre los cuales aparece la mano de Dios bendiciendo, también símbolos muy extendidos en el románico. En la inscripción del dintel se recuerda a los personajes nobles que sufragaron la obra de la nueva iglesia. El recinto fue nuevamente devastado durante la Semana Trágica de 1909 y en 1936, por los revolucionarios manipulados e ignorantes. Desde entonces se han realizado diversas restauraciones, que dieron fruto a nuevos hallazgos arqueológicos de notable interés histórico.Vista del ala oeste del claustro de Sant Pau del Camp,
al fondo los sarcófagos de los Belloc y Desbach.
El claustro
El claustro es de pequeñas dimensiones como corresponde a un monasterio benedictino es reducido, recuerda a otros de la época en Catalunya. La obra artística, según los entendidos, se mueve entre las influencias lombardas y morisca que produjeron los arcos lobulados, labor de unos constructores en otros monumentos del siglo XIII que conserva la ciudad de Barcelona, que no son muchos por cierto.
La construcción de este claustro posiblemente debió seguir a poco tardar de la reforma de la iglesia. Forma un patio cuadrado con refuerzos intermedios al centro de las galerías, que discurren sobre columnas dobles que manifiesta una tradición cisterciense que le prestan un encanto singular. Las figuras que adornan los capiteles, recuerdan al claustro del monasterio de San Cugat y la de otros monasterios de Catalunya: hojas de acanto, leones, aves de rapiñas y pájaros muy acorden con la época de construcción. No faltan las sirenas, ni las luchas de guerreros con monstruos y leones.Enterramiento de los Olzinelles, Olsinelles,
en un arcosolio situado en el claustro
Adosada al claustro se halla actualmente la rectoría, pero antaño fue la residencia de los monjes, esta construcción ya es de estilo gótico con una ventanal geminado que da al exterior. Disfrutaban estos religiosos para su manutención de un amplio huerto que abarcaba desde el monasterio hasta la actual Avda. del Paral.lel actual, según puede verse en un grabado del siglo XVI, dibujado por un holandés que lo pintó exactamente como era la Barcelona del siglo XVI, desde la ladera de la montaña de Montjuïc.
Su heráldica
Actualmente alberga en el claustro algunos sepulcros con los escudos de diversas familias de la nobleza media del siglo XIII, como la de los Desbach, años más tarde pasaron a denominarse Bach, los Belloch, Belloc, o Belloqui, como registra algún manuscrito antiguo (Belloqui o Bellochi, es sin duda una latinización del apellido Belloch), de tanto arraigo en tierras catalanas y aragonesas; o los Olcinellas, Olcinelles grafiado de diferentes formas, tan extendidos por Catalunya, Aragón y Valencia, los Desprats o también Dezprats, otro linaje muy prolífico en tierras catalanoaragonesas y que tantas veces hemos visto dibujados en los nobiliarios actuales y manuscritos los escudos de estas familias.
En total son unas cuatro familias que todavía quedan enterradas en sus arcosolios con los sepulcros armoriados y esculpidas sus armas en sus tumbas, pero debió albergar a más linajes barceloneses, así el manuscrito Ms B-87, anónimo datado del siglo XVIII, cita algunas familias más, aunque actualmente sólo existen estos cuatro sepulcros blasonados.
Enterramiento de los Belloch, en el claustro
Restos de la lauda sepulcral con el blasón de los Blanch,
que hace las veces de desagüe en el patio exterior.
También como tapadera de un sumidero en el patio de entrada, se encuentran gravadas las armas de los Blanch o Blanc, triste destino de una lauda sepulcral de una de las familias más renombradas de la Barcelona medieval de finales del siglo XIII y principios del XIV.
Llama la atención al curioso heraldista, que en el suelo del claustro ni tampoco de la nave central de las laterales, existan otros enterramientos, como en la mayoria de monasterios, iglesias y catedrales, es muy posible, que con las devastaciones que ha sufrido este monasterio y sus reformas, fueran eliminadas estas tumbas con sus correspondientes laudas sepulcrales y con mejor suerte se encuentren en algún museo. O en el peor de los casos empleada como decoración en alguna mansión norteamericana, vendida por un algún chamarilero o anticuario, esto sucede y sigue sucediendo en especial en los pueblos aragoneses y castellanos deshabitados o con poquísimos habitantes, arrancando las labras heráldicas por muy pocos euros.
Este monasterio y su claustro es un remanso de paz, en una Barcelona bulliciosa y en un barrio hoy día marcado por la multiculturalidad.
Puede visitarse todos los días mañana y tarde, el coste de entrada es meramente simbólico.
J. Sanz